Fundada en el siglo XV, Garachico fue en su momento el puerto más importante de Tenerife para el comercio entre Europa y América. Durante una erupción volcánica en 1706, el puerto fue destruido y el pequeño pueblo perdió su importancia económica. El casco antiguo aún conserva una rica herencia arquitectónica de los siglos XVI y XVII, por lo que descubrirá detalles encantadores en las fachadas coloridas con cada paseo. Un centro neurálgico de la vida cotidiana es la Plaza de la Libertad, una plaza bordeada de árboles con cafés y restaurantes donde locales y visitantes disfrutan de un aperitivo por la tarde. Ubicado en el noroeste de la isla, el sol se pone sobre el mar, y dependiendo de la nubosidad, cada atardecer es más espectacular que el anterior.

Las corrientes de lava que se solidificaron en el agua formaron «El Caletón,» las populares piscinas naturales a lo largo de la costa. Las fuertes olas del Atlántico golpean contra los acantilados y llenan las piscinas de lava con agua de mar. El hito del pueblo, la isla rocosa volcánica de 77 metros de altura “Roque de Garachico,” también es un remanente de la erupción volcánica.

Un poco fuera del pueblo, el mirador Mirador del Emigrante ofrece una vista maravillosa de la bahía. Aquí se erige un monumento del escultor Fernando Garcíarramos, que conmemora a los muchos emigrantes que partieron del puerto para explorar el mundo. Mire de cerca: la estatua tiene un gran agujero redondo en el pecho—el emigrante deja su tierra natal y deja su corazón atrás.

Garachico también alberga muchas celebraciones, desde el festival de la Epifanía con sus grandes fuegos artificiales hasta el Carnaval y varias fiestas de verano.